En Villarica y Pucón abundaban las hortensias azules, me sentía en el cielo.

Mis plegarias fueron escuchadas y un poco antes de entrar a clases una amiga me invitó a vacacionar al sur. Me sentí muy afortunada y agradecida. Pude pasar una maravillosa semana en Villarica y Pucón disfrutando con mis amigos y olvidándome de Santiago y toda su cochinada.

Fue mágico, mi estrés disminuyó, al igual que mis actos obsesivos y mi insomnio. Comí lo que quise sin remordimientos, hice mucho ejercicio (trekking, rafting, hiit, nadar, you name it), me alejé de redes sociales (no había wifi), pude sentarme a leer tranquila, jugué juegos de mesa, me reí como nunca, me puse traje de baño sin sentirme acomplejada por mi cuerpo... en fin, fue una semana de sanación.

Ya estoy de vuelta en Santiago, y creí que volver a la realidad iba a ser más terrible, pero llegué con todas las energías para comenzar otro año académico y terminar unos trabajos que tenía pendientes. Lo único que me ha bajado el ánimo es que me enfermé del estómago y hace tres días que ando con náuseas, mareos, dolor de estómago y debilidad. Hoy no ha sido tan fuerte, pero a ratos se vuelve insoportable, así que decidí quedarme a descansar (hoy tenía que ir a hacer unos trámites).

La próxima semana entro a clases, mi último semestre en diseño gráfico para poder titularme. Están las inseguridades, los miedos, pero también mi determinación y las ganas de seguir con mi proyecto.

Si todo va bien, a mediados de este año tendré el cartoncito que valida que soy diseñadora gráfica. Yo creo que irá todo bien.

Irá todo bien.

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